Es demasiado común ver que cuando algún actor afro interpreta un papel en la pantalla grande para un filme de terror, todo el mundo sabe que su desenlace será fatal, pues algunos thrillers nos han dejado en claro que los no-blancos siempre son las primeras víctimas en sufrir alguna muerte dramática.
Es por ello, que la profesora Robin R.
Means Coleman y el crítico de cine Mark H.
Harris se dieron a la tarea de estudiar las implicaciones culturales del cine de horror desde 1968 en su libro, The Black Guy Dies First, destapando así el mito, del ¿por qué las personas de raza negra siempre mueren al principio?.
En dicho libro, se exponen las veces en las que los actores de color, interpretan personajes que mueren primero, como Samuel L.
Jackson, quién ha muerto ocho veces con papeles que van desde gángsters hasta estafadores.
Pero el protagonista de Candyman (1992), Tony Todd, se lleva el premio con un total de 24 muertes, reforzando la regla de que los actores negros son el blanco de los directores blancos.
Ambos autores, han señalado que hasta la creación del Corea: películas de terror que te quitarán el sueño .
Como investigadores, los autores concluyen que la cantidad de clichés –que fuimos condicionados a normalizar y apreciar– que existen sobre los personajes afro en el terror moderno.
Aquí se nombra el estereotipo de la chica negra “con sabor” o el arquetipo de gánster negro, estableciendo la sátira como una nueva forma de entretenimiento.
The Black Guy Dies First también plantea que los 80 y los 90 fueron la etapa de representación de personajes afro “callejeros”.
De este modo, el auge del rap y la cobertura en medios de la violencia entre pandillas durante el mandato de Reagan en EE.
UU.
, fueron el alimento de las películas de terror “afro-urbano”.
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