
Cuando tenÃa 12 años, mi madre nos llevó a mà y a mi prima (quién era solo un año menor que yo), de compras a una tienda Walmart. Cabe mencionar que a esta edad yo era bastante independiente, por lo cual me permitÃan ir sola a muchos lugares como el parque, el cine o inclusive deambular sin la compañÃa de nadie en el supermercado. Entramos y mientras mamá se iba a hacer sus compras, mi prima y yo nos dirigimos a la sección de juguetes.
Santa Claus estuvo a punto de secuestrarme.
Pasamos por varios estantes de adornos navideños de todo tipo. En un anaquel cercano, habÃa varios figurines de Santa Claus alineados uno detrás del otro, con una sonrisa inquietante en el rostro y ojos pintados que parecÃan mirar hacia nosotras. Parece una tonterÃa, pero recuerdo que en ese momento me pareció algo espeluznante.
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Aunque no era ni de lejos tan terrorÃfico como lo que estaba a punto de ocurrirnos.
Entramos en la zona de jugueterÃa y estuvimos mirando algunas cosas, comentando lo que Ãbamos a recibir para Navidad. Fue en ese instante cuando sentà una mirada penetrante frente a nosotras y levanté la vista, mientras mi prima observaba una muñeca Barbie. Al final del pasillo, habÃa un hombre mirándonos fijamente. Su expresión y su indumentaria, provocaron que un escalofrÃo me recorriera la espalda de inmediato. Iba vestido con un traje rojo de Santa Claus, algo desgastado, aunque llevaba barba de varios dÃas y lucÃa algo desalineado. Al verlo, cualquiera pensarÃa que se trataba de uno de esos mendigos que se disfrazaban en Navidad para ganar algo de dinero.
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Excepto que él no llevaba ningún bote encima para pedir donaciones. Me sonrió y eso lejos de tranquilizarme, me puso alerta.

Me hizo una seña con la mano para que nos acercáramos, yo tomé del brazo a mi prima y murmuré que tenÃamos que irnos, pero ella, que ni siquiera habÃa dejado de mirar el juguete, no me hizo caso.

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—Vamos.
—No me quiero ir —protestó.
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Para entonces el Santa Claus desconocido habÃa empezado a caminar hacia nosotras. Yo volvà a agarrar a mi prima, clavándole mis dedos en el brazo por fuerza y obligándola a seguirme a toda prisa., justo cuando él intentó tomarme del antebrazo. Cuando nos alejamos, aquel hombre se molestó y trotó para alcanzarnos.
historias de terror
—¡Maldita…! —exclamó a mis espaldas, haciendo que mi corazón latiera de puro terror.
Corrimos por los pasillos, buscando a mi madre y causando el desconcierto del resto de los pocos clientes. Para cuando la encontramos en la sección de embutidos, el desconocido habÃa desaparecido; no me di cuenta de en que momento habÃa dejado de perseguirnos. Le conté todo a mamá y aunque ella dio aviso de inmediato a los guardias de seguridad, nadie encontró al sujeto ni por la tienda, ni por los alrededores.
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Esta ha sido la experiencia más extraña y aterradora que he vivido en épocas navideñas. aun hoy me pregunto qué era lo que querÃa hacer aquel hombre con nosotras y porque estaba disfrazado de Santa Claus.
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